Publicado: 10 de Noviembre de 2020
La ruptura de una relación de pareja es siempre una experiencia muy dolorosa. En ocasiones creemos que el que toma la decisión sufre menos que el otro, pero tanto en el caso de quien decide romper como en el que es abandonado suele haber un proceso de duelo que hay que superar.
¿Te han abandonado alguna vez?
¿Has tenido tú que dejar a alguna pareja?
¿Cómo te sentiste en cualquiera de los dos casos?
¿Qué tuviste que superar?
Los motivos de una ruptura pueden ser muy variados (discusiones, hastío, falta de interés, aparición de terceras personas, la familia de origen, los hijos, los problemas económicos…) y pueden ser repentinos o irse gestando a través de meses o años. Esto afectará tanto a la duración como a la intensidad del duelo, así como a las expectativas de resolución del mismo.
En un primer momento, y aunque lo viésemos venir, la sensación puede ser de negación o de shock. El tiempo se para y nos envuelve una sensación de irrealidad: “Esto no puede estar pasando”, “lo superaremos”, “tiene un mal día”, “son exageraciones”. Pero poco a poco descubrimos que la cosa va en serio, nos damos de bruces con la realidad y los cambios emocionales se suceden.
Podemos sentir miedo (¿qué será de mi?), culpa (si hubiera hecho las cosas de forma diferente…), tristeza (ya no tenemos un futuro juntos), vergüenza (qué pensarán de nosotros) y rabia (¡yo no me lo merezco!). Estas emociones no suelen transcurrir de forma lineal y pueden entremezclarse entre ellas, aparecer, desaparecer y volver a aparecer. ¡Todo es normal, todo es adaptativo y lo importante es avanzar!.
Por otra parte, algunas emociones se superponen a otras. Por ejemplo, sentir rabia durante demasiado tiempo puede estar ocultando la tristeza, y sentirse encallado en la tristeza puede indicar que no se está reconociendo la rabia.
También es normal que el proceso se alargue en el tiempo (por mucho que traten de impedirlo los que nos quieren y quieren vernos bien) y dependerá de cada persona y de cada situación: La duración de la relación, si hay hijos o no, si existen o han existido terceras personas, el nivel de dependencia, el carácter y personalidad de cada miembro de la pareja, la red de amistades y familiares que poseen…
En términos generales podemos hablar de 6 etapas en el duelo afectivo:
1.- Etapa de shock: Incredulidad, desorientación y sensación de irrealidad. Nuestra mente no es capaz de asimilar la noticia y trata de negarla para amortiguar el dolor temporalmente.
2.- Etapa de pena: Tomamos conciencia de la pérdida. Perdemos un estilo de vida, un compañero y el futuro que habíamos planeado. En ocasiones, también hay una pérdida económica y social, pero sobre todo es la pérdida de uno mismo y puede aparecer el miedo a no ser capaz de volver a amar.
3.- Etapa de rabia y adjudicación de culpa: Sentimos la necesidad de encontrar sentido a lo que ha ocurrido. ¿De quien es la culpa? ¿Qué podíamos haber hecho diferente?. Aquí suele aparecer también la rabia por “lo que nos han hecho”. Esta etapa es necesaria para recuperar la energía, enfrentarnos a nosotros mismos y recuperar nuestro amor propio.
4.- Etapa de la resignación: Aceptación de que la relación ha terminado. Suele ser una etapa más larga en la que nos sentimos agotados emocionalmente. Aquí es importante cuidarse físicamente y mantener hábitos saludables para no perder la energía. El papel de familiares y amigos será fundamental.
5.- Etapa de la reconstrucción: Se hacen nuevos descubrimientos sobre nosotros mismos y sobre los demás. Se recupera el interés por la vida, por las aficiones, por el trabajo, por los amigos. Nos sorprendemos a nosotros mismos viéndonos capaces de reanudar nuestras rutinas con una nueva intensidad.
6.- Etapa de la resolución: La vida vuelve a tener sentido. Se hacen las paces con el pasado y se encuentra la coherencia con el presente y el futuro. Se recupera el protagonismo de la propia vida y se toma conciencia de que la felicidad no depende de tener pareja.
A pesar de que, como ya he dicho, el duelo afectivo es un proceso normal, en ocasiones la intensidad de las emociones nos desborda y nos quedamos anclados en alguna de las fases sin encontrar la fuerza o el sentido para avanzar. En otras ocasiones tratamos de tomar atajos para reducir el dolor sin saber que no harán más que obstaculizar el proceso de recuperación. Entonces es importante la intervención de un profesional que nos despeje el camino y nos ayude a aumentar nuestra autoestima y nuestro bienestar emocional para recuperar nuevamente la paz.
Según el Doctor Stephen Gullo, algunas trampas que obstaculizan y retrasan el proceso de duelo pueden ser:
- La dependencia: Nos aferramos a la idea de que la relación no ha terminado y este pensamiento invade nuestra mente. No nos permitimos tomar distancia y nuestra atención se centra en las redes sociales, en los posibles mensajes y llamadas, imaginamos lo que estará haciendo el otro, con quien estará… Es una reacción autodestructiva en la que se obtiene placer de la desgracia. El terapeuta deberá conectarnos con la realidad y procurar que nuestros pensamientos se “aireen” focalizando nuestro interés en otras actividades.
- Exceso de actividades: Es una negación de las emociones. Ponemos nuestro foco fuera para evitar el sufrimiento que nos provoca mirarnos a nosotros mismos. En ocasiones buscamos paliar el abandono con nuevas relaciones que finalmente resultan vacías y efímeras y no ayudan a mejorar nuestra autoestima. Más pronto o más tarde deberemos enfrentarnos al dolor y al miedo para superarlos. Las emociones son necesarias y adaptativas y huir de ellas nos debilita. En estos casos es importante realizar una buena gestión emocional en la que podamos comprender cual es su función y de qué manera nos ayudan a fortalecernos para superar la adversidad.
- El fenómeno de la mariposa en la llama: Es una actitud de retroceso que nos devuelve a la situación inicial. Buscamos encontrarnos con la persona amada, restablecer el contacto, llamadas, mensajes… y cuanto más insistimos más aumentan nuestras heridas. Generalmente esto resulta molesto para la otra persona por lo que acaba dando respuestas evitativas o directamente humillantes que destruyen nuestra autoestima al sentirnos una y otra vez rechazados. Es necesario reconocer que no podemos cambiar a los demás ni hacer que sientan lo que no sienten.
- Los excesos: Representa un abandono del yo y forman parte de la necesidad de tolerar mejor el dolor. Comer compulsivamente o el consumo excesivo de alcohol o drogas ofrecen un alivio pasajero, pero también representan un riesgo en si mismas y demuestran una pérdida del control de la propia vida. Si llegamos a este punto será imprescindible la ayuda externa (de un profesional o de los familiares y amigos) para motivarnos a conservar hábitos saludables.
- La comparación: Una vez superadas las primeras etapas, es posible que comparemos las nuevas relaciones con la que hemos perdido. Hay que tener en cuenta que ya no somos los mismos y que por lo tanto nuestras relaciones pueden ser diferentes. El buscar parejas similares a la anterior (o por el contrario, totalmente opuestas), puede indicar que no se ha superado la pérdida. Se hace necesario conectar con las propias necesidades y reflexionar sobre el tipo de pareja que queremos ser y queremos construir para no caer en los errores del pasado.
El final de una relación es un nuevo comienzo para la relación con nosotros mismos. Podemos victimizarnos o liderar nuestro destino aprovechando la oportunidad que nos brinda la vida para ser más auténticos, independientes y capaces de amar y ser amados.