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Publicado: 15 de Septiembre de 2020
Todos hemos oído expresiones como “está feliz porque ha encontrado su media naranja” o “se ha separado porque no era su media naranja”.
Nuestra media naranja es aquella persona única y perfecta para nosotros y que nos hace felices.
Los que tenemos una edad, todavía recordamos el programa de Jesús Puente “Su media naranja” en el que, a modo de concurso, se premiaba a la pareja con mayor número de coincidencias.
El concepto de la Media Naranja aparece por primera vez, en una obra de Platón escrita sobre el año 350 a.c. titulada “El Banquete”. Tras la celebración del banquete, Aristófanes cuenta que al principio de los tiempos, la raza humana era muy diferente. "Todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos dos semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos de la generación, y todo lo demás en esta misma proporción". Estos seres podían ser de tres clases: unos hombre- hombre, otros mujer-mujer, y otros hombre-mujer llamados 'andróginos'. “Los cuerpos eran robustos, vigorosos y de corazón animoso, por esto concibieron la atrevida idea de escalar el cielo y combatir con los dioses". Ante aquella osadía, Zeus, decidió separarlos en dos. "Hecha esta división, cada mitad hacía esfuerzos para encontrar su otra mitad; y cuando se encontraban, ambas se unían en un abrazo perpetuo; llevadas por el deseo de lograr su antigua unidad perecían de hambre, no queriendo hacer nada la una sin la otra".
Esta creencia, aunque romántica, provoca no pocas rupturas de pareja cuando ante cualquier problema se piensa que debe haber otra persona mejor ahí fuera, alguien que encaja con nosotros a la perfección y con quien nuestra relación será idílica. También es una forma engañosa de llenar un vacío al creer que el otro no es más que una extensión de nosotros mismos cuya función es satisfacer nuestras necesidades.
Analicemos algunas de las creencias disfuncionales más comunes:
1- Estamos predestinados a una única persona que es perfecta para nosotros: Según un estudio del Foro Económico Mundial, la persona que elegimos no es tan importante como la relación que construimos. Las dinámicas que se crean, las normas compartidas, las bromas o las experiencias comunes son mucho más que los individuos separados que conforman esa relación. Más allá de la personalidad de cada uno, el mejor predictor de éxito en una pareja es el vínculo que se establece entre ambos.
2.- Una vez se encuentran, las parejas son felices para siempre. El amor se construye, siempre está en movimiento, tiene altibajos y va evolucionando en las distintas etapas de nuestra vida. No es lo mismo una pareja en las primeras etapas del enamoramiento, en época de crianza o durante la jubilación. Los roles y las necesidades van cambiando y el arte reside en adaptar el vínculo a cada una de estas situaciones. ¡Vivir en pareja es un aprendizaje constante!.
3.- Nuestra felicidad depende de nuestra pareja. Cuando creemos que nuestra felicidad depende de nuestra pareja, no estamos respetando su libertad. Nos atamos a ella y le hacemos responsable de algo que nos corresponde únicamente a nosotros mismos. Como dice Joan Garriga en su libro El buen amor en la pareja, “La buena noticia: nadie puede hacerte infeliz. La mala noticia: nadie puede hacerte feliz”.
4.- No hay consuelo cuando se pierde una pareja. El abandono y la pérdida producen mucho dolor, sobre todo cuando el vínculo ha sido fuerte y profundo. Pero la tristeza forma parte de una fase que debemos transitar para volver a la alegría y el deseo de vivir. Lo contrario sería una forma anómala de duelo que quizá requiera un acompañamiento especializado.
5.- Sin pareja somos seres incompletos. Una persona tiene la capacidad de alcanzar la felicidad sin estar unida a otra si así lo decide, aprendiendo a amarse a sí mismo y comprendiendo que somos seres únicos, perfectos y completos que no nos falta ningún trozo ni mucho menos una mitad, para alcanzar todo lo que nos propongamos en la vida. Soy feliz de tenerte en mi vida, pero si no estuvieras, también sería feliz
6.- Mi pareja es la única perfecta para mi. El que dos personas estén juntas es fruto de la casualidad. Que sean felices juntas es fruto de sus habilidades, de sus capacidades y de su esfuerzo por construir la relación. En toda pareja hay algo que no nos gusta, y esto es recíproco. Caer en la tentación de querer cambiarlos en aras de la supuesta perfección es una fuente de dolor y frustración, además de un atentado a la individualidad de cada uno. Abrirse a la diferencia y a la maravillosa realidad de la imperfección es clave para generar rutinas de admiración y respeto mutuos y para permitir que se desarrolle nuestra autenticidad
7.- Encontrar a la media naranja es la única oportunidad de ser feliz. La gran mentira contemporánea es que la felicidad está fuera de nosotros mismos, que depende de agentes externos. La felicidad está relacionado con el bienestar personal, con la sensación de estar en paz con nosotros mismos y con la ausencia de sufrimiento, más allá del consumismo, el éxito profesional o la apreciación de los demás.
Una pareja feliz está compuesta por dos personas que deciden estar juntas, no porque les falte nada, sino porque desean compartir su vida y su felicidad (y sus problemas, y sus tristezas...).
¡Trabajemos para ser una naranja completa!
“Yo soy Yo.
Tú eres Tú.
Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas.
Tú no estás en este mundo para cumplir las mías.
Tú eres Tú.
Yo soy Yo.
Si en algún momento o en algún punto nos encontramos, será maravilloso.
Si no, no puede remediarse.
Falto de amor a mi mismo cuando en el intento de complacerte me traiciono.
Falto de amor a ti cuando intento que seas como yo quiero en vez de aceptarte como realmente eres.
Tú eres Tú y Yo soy Yo”.
(Fritz Perls)