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Publicado: 26 de Junio de 2020
¡Mi hija acaba de terminar la carrera de medicina!
Me impresiona pensar que tengo una hija doctora y a la vez me siento muy orgullosa de todo el esfuerzo que ha invertido para llegar hasta aquí. Ahora le queda la parte más dura: prepararse para el examen del MIR.
El otro día mantuvimos una reunión online con los directores de la academia donde se va a preparar. Nos citaron a padres y parejas de los estudiantes y nos explicaron cual iba a ser el plan de estudios y como iba a afectar al estado de ánimo de nuestros hijos; hasta que punto se sentirían frustrados y ansiosos y cómo debíamos tratarlos durante estos meses.
En un momento dado, se dirigieron a las parejas y les dijeron que tenían una semana para decidir si mantenían la relación o cortaban con nuestros hijos, porque durante la preparación del MIR, ¡NO SE LES DEJA!
En un principio me hizo gracia que hicieran hincapié en este tema, pero luego pensé en el dolor y el sentimiento de impotencia que puede provocar un abandono sentimental en la juventud, la sensación de que se acaba el mundo y de que nada más importa, ¡y mucho menos los estudios!. Y es que la justicia y la racionalidad poco tienen que ver con las reglas del amor.
¿Por qué es tan cruel el amor?
que no me deja olvidar, que me prohíbe pensar,
que me ata y desata y luego de a poco me mata”
Ricardo Arjona
El amor romántico, o primera etapa del enamoramiento, es caprichoso, imprevisible y transitorio, ya que supone una alteración de neurotransmisores (dopamina, noradrenalina y serotonina) y causa un efecto similar al de la adicción a las drogas. Lejos quedan valores relacionados con la generosidad, el respeto, la tolerancia o el compromiso.
Con el tiempo, la experiencia y la acción de la oxitocina, la hormona del apego y la fidelidad, ese primer enamoramiento puede convertirse en amor real.
Los que tenemos hijos adolescentes vivimos con cierta angustia el proceso por el que ahora tienen que atravesar ellos, y como padres es duro verlos sufrir y culparse por lo que podían o no haber hecho mejor en su relación con aquella pareja que les acaba de rechazar.
Es posible que nuestra reacción sea defender a nuestra criatura, ponernos en contra de la persona que “le ha hecho daño”, o tratar de minimizar su sufrimiento con frases del tipo “el tiempo lo cura todo”, “un clavo saca otro clavo” o “te mereces algo mejor”.
Sin embargo, eso no ayuda ni a mitigar su sufrimiento ni a formar su personalidad.
Durante años han creído que existe una relación directa entre lo que hacen y los resultados que obtienen, y este es su primer encuentro con una realidad que les estalla en la cara. Pero no será el único, y deben empezar a encontrar sus propias estrategias para afrontar su futuro.
Como psicóloga, me permito ofrecer 3 recomendaciones:
- Escucha: Escucha sin juzgar, sin interrumpir y sin dar lecciones. Dedica tu tiempo a prestar la máxima atención transmitiendo el mensaje “tú eres importante para mi”.
- Acepta: Permite sus emociones, tanto si son de rabia como de tristeza o culpa. Deja que las exprese y envía el mensaje de que “todo está bien”.
- Apoya: No aconsejes, no aportes tu experiencia personal, no critiques a la otra persona. Simplemente ponte a su disposición para lo que pueda necesitar. El mensaje es “yo estoy aquí”.
Superar estas épocas de dolor e incomprensión es imprescindible para fortalecer la resiliencia de nuestros jóvenes. Protegerlos en exceso les impedirá desarrollar sus propios recursos y menguará sus posibilidades de superar otras crisis que, muy posiblemente, atravesarán a lo largo de sus vidas.