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Publicado: 14 de Enero de 2021
Como cada enero, muchos nos proponemos mejorar nuestra vida y para ello decidimos abandonar algún hábito perjudicial (véase tabaco, alcohol, sedentarismo, relaciones tóxicas…) o introducir otro más saludable (ejercicio, alimentación sana…).
Pero todo cambio genera una dificultad: Los primeros días, llenos de entusiasmo e ilusión, nos parece que la tarea es relativamente sencilla, pero pronto aparecen lo que algunos llaman “auto-sabotajes” y nuestros propósitos quedan arrinconados hasta próximo aviso.
Parece que nuestro cerebro sea nuestro principal enemigo, pero nada más lejos de la realidad. El aprendizaje consiste en la adquisición de patrones de conducta que generalizamos y automatizamos hasta llegar a realizarlos de forma inconsciente.
Las cuatro fases de aprendizaje de una habilidad son:
1. Incompetencia Inconsciente: No sabemos que no sabemos
2. Incompetencia Consciente: Sabemos que no sabemos
3. Competencia Consciente: Sabemos que sabemos
4. Competencia Inconsciente: No sabemos que sabemos
Gran parte de nuestras conductas las realizamos de forma automática y esto nos permite ser eficientes en nuestras tareas diarias.
Pensemos por ejemplo en conducir un coche; los primeros meses tenemos que estar atentos a las marchas, los intermitentes, las luces… Con el tiempo, este proceso se internaliza y podemos prestar atención a otros estímulos mientras conducimos.
Los patrones de conducta se alimentan de nuestras experiencias y de nuestras creencias, y su implantación puede llegar a tener raíces muy profundas. Cuando intentamos cambiar un hábito, nuestra mente trata de mantener sus programas internos y se resiste. Es como un transatlántico que navega a velocidad de crucero y trata de frenar en seco para cambiar el rumbo. La dificultad no está en los motores, que funcionan perfectamente, sino en la inercia que llevamos y que debemos contrarrestar.
¿Has intentado alguna vez cambiar el orden de tus rutinas diarias? Trata de empezar a enjabonarte en la ducha de manera diferente: Si normalmente empiezas por la cabeza, trata de empezar por los pies. Verás que cambiar un comportamiento que tenemos automatizado requiere toda nuestra voluntad y atención, y si estas no se mantienen en el tiempo hasta crear un nuevo hábito, pronto decaerá y volveremos al antiguo.
¿Cómo podemos facilitar el proceso de cambio de hábitos?
1.- Gestionar nuestro miedo al fracaso. Casi al mismo tiempo que decidimos cambiar un hábito nos aparece la imagen del fracaso. El cerebro se protege a si mismo recreando escenarios negativos que nos disuaden de intentarlo para evitar la frustración. Pero nosotros no somos nuestros pensamientos y podemos crear una imagen de nosotros mismos en la que conseguimos nuestros objetivos. Una imagen luminosa, llena de ventajas y satisfacciones con la que podamos creer que el cambio es posible. Es imprescindible que nos sintamos competentes para lograr nuestro objetivo.
2.- Buscar significados superiores. Preguntarnos “para qué” queremos realizar ese cambio buscando metas importantes para nosotros. Todo lo que hacemos tiene un objetivo y nos reporta algún tipo de gratificación. Preguntarnos que gratificación obtenemos con nuestro antiguo hábito y cuestionarla puede ser un primer paso para actualizarla. ¿Qué vamos a ganar con el cambio? Necesitamos reconocer nuestras necesidades y priorizarlas para poder comprometernos con el nuevo hábito. Si nos encontramos en dilemas del tipo salud o trabajo, va a resultar difícil que salgamos una hora antes de la oficina para ir al gimnasio ya que nuestros pensamientos se dirigirán a lo que estamos dejando de hacer. Sin embargo, si somos capaces de tomar perspectiva y ver que un buen estado físico puede mejorar nuestro rendimiento laboral, encontramos una coherencia que nos facilita ampliar nuestra perspectiva.
3.- Disfrutar el proceso. Enfocarse en el resultado es lo mismo que dejarle todo el trabajo a la fuerza de voluntad. Y generalmente es demasiado trabajo. Necesitamos encontrar placer en el proceso para reducir las resistencias de nuestro cerebro (la inercia del transatlántico). Puede resultar útil marcarse metas parciales y celebrar los triunfos, pero lo más importante es conectar con el bienestar personal que nos produce apostar por nosotros mismos.
En ocasiones actuamos bajo la creencia de que sólo seremos felices cuando obtengamos lo que deseamos. Yo apuesto por enfocarnos en ser felices, porque eso hará que tengamos más posibilidades de obtener lo que deseamos.
4.- Seleccionar un disparador. Un disparador es aquello que nos recuerda la decisión que hemos tomado y activa nuestra estrategia. Cuando tratamos de abandonar un hábito contraproducente puede ser útil un disparador negativo que nos conecta con el miedo: posibilidad de infarto, enfisema pulmonar… Sin embargo suelen resultar más eficaces los disparadores positivos, aquellos que nos conectan con la recompensa: salud, energía, vida plena, relaciones nutritivas…
Realizar un cambio de hábitos y mantenerlos en el tiempo no es fácil y en ocasiones es necesario pedir ayuda externa. Pero no olvidemos que la adquisición de cualquier habilidad requiere hacer intentos, cambiar estrategias, volverlo a intentar… Como cualquier aprendizaje, la práctica es fundamental. ¡No te rindas!